Un gol de David Villa a ocho minutos para el final sentenció (2-0) un partido extraño para el Barcelona, muy superior al Viktoria Plzen durante todo el encuentro de UEFA Champions League, pero incapaz de resolver el choque en la primera mitad, cuando dispuso de infinidad de ocasiones para golear a su rival.
Inspirado por la magia de Iniesta, el Barça impuso su juego desde la primera jugada: una maravillosa asociación al primer toque entre el centrocampista albaceteño y Villa que Pedro no acertó a convertir en gol.
Del de Fuentealbilla llegaría a continuación un repertorio de quiebres, caños, fintas y cambios de ritmo y el gol que abría la cuenta a los diez minutos, una pequeña obra de maestra que empezó con una doble pared entre Iniesta y Messi y que acabó con un definición sutil del primero previo sombrero a un desconcertado Cisovsky.
Minutos antes, Alves había intentado imitarlo combinando doblemente con Messi, pero envió el balón a las nubes cuando ya se había plantado solo ante Cech.
Se intuía que el Camp Nou podía vivir una gran noche, pero los azulgranas se quedaron a medio camino de confirmar tantas expectativas.
El Barça jugó con su rival durante todo esa primera mitad. Y si Pedro, Villa y un ansioso Messi no hubiesen tenido el punto de mira desviado, los checos podrían haberse marchado al descanso con media docena de goles en su arco.
El Viktoria, un equipo noble, inocentón y voluntarioso a la hora de salir con el balón jugado, lograba transitar con cierta facilidad hasta la línea de tres cuartos. Pero a partir de ahí, las defensa azulgrana descartaba una y otra vez cualquier propósito de acercamiento a las inmediaciones de Valdés.
Con el 1-0 se llegó al descanso, después de que Messi estrellara un tiro libre en un palo. Que los de Pilsen enfilaran el túnel de vestuarios perdiendo sólo por la mínima resultaba poco menos que un milagro.
Los de Guardiola salieron en tromba tras la reanudación. Dispuestos a convertir todos sus fuegos de artificio en artillería pesada, empeñados en recuperar su instinto asesino, el equipo desplegó un fútbol más vertical con el propósito de sentenciar el partido.
Sin embargo, para entonces Iniesta ya había desaparecido y Messi se había olvidado de jugar para el equipo y vivía obsesionado con ese gol que se le había resistido en la primera mitad.
Una internada por la derecha del crack argentino, en la que dejó sentados a tres contrarios mientras apuraba la línea de fondo, acabó con su segundo disparo al poste.
Minutos después, se durmió a la hora de resolver un mano a mano con Cech, al que había superado con un sombrero antes de dejarse arrebatar el balón en la línea de gol.
Quedaba media mitad por jugarse y mientras la ansiedad de Messi y del Barça iban en aumento, el Viktoria Plzen, aunque sin poner a prueba a Valdés en toda la noche, había empezado a creer en la posibilidad de sacar algo positivo del Camp Nou.
Más disciplinado a la hora de defender y con las líneas más juntas, el equipo checo dejó de sufrir detrás del balón y empezó a sentirse cómodo esperando una contra que finalmente no llegó.
Villa le dio la tranquilidad a la gente al robar, en la recta final, un balón en la medular, asistir a Messi y enviar al fondo de las mallas el rechazo del argentino, caído ya en el área tras sufrir el enésimo penal no señalado de la temporada.
Al final, el Barça, que realizó 17 disparos, pero sólo cuatro entre los tres palos, tuvo que echar mano del Guaje para cerrar el encuentro. A veces, en el fútbol, un rival puede causarte problemas aunque no se acerque ni una sola vez a tu arco.
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