Va el Madrid por la Liga lanzado y sin freno, como un trolebús por vía única. No ha llegado aún noviembre y este equipo daría cualquier cosa por jugar ante el Barça mañana mismo. No es que esté fino, más bien anda sobrado. Por eso le interesa tanto la inminencia de un clásico donde medir fuerzas, donde rebelarse contra el absolutismo azulgrana.
Porque cualquier otro rival no le dura ni un asalto. Se llame Betis, Málaga o Villarreal, el último en caer devorado en sus fauces. Los goles de Benzema, Kaká y Di María, apenas en media hora, confirmaron que con esa agresividad y precisión no hay nada que se le resista. [Narración y estadísticas (3-0)]
Por mucho que sean las últimas horas de Garrido, por mucho que ahora ande hecho unos zorros, nadie puede negar que este Villarreal es un buen equipo y volverá arriba. De entre su amplia relación de problemas, el último fue la visita a Chamartín, territorio propicio a la goleada, donde el Madrid acumula 17 goles en cuatro jornadas de Liga. Esta vez, bajo los primeros chaparrones del otoño, contó tres en media hora. Casi sin darse importancia, como el sábado en La Rosaleda. La norma es dejarlo todo resuelto cuanto antes.
Esa presteza es también la de su fútbol, basado en la presión arriba y la inusitada potencia de sus delanteros. A ese ritmo, cuando roba casi en la frontal, nada se le pone por delante. Inutiliza cualquier propuesta, por muy ortodoxa que sea. Si sirve de ejemplo, comprueben las estadísticas. Al cuarto de hora, había disparado ocho veces y ya ganaba por 2-0. Su posesión rondaba el 70 por ciento y cuando se quedaba sin la pelota era para guardarse algún contragolpe de vértigo.
Tormenta de fútbol
Dio el pitazo inicial Pérez Lasa y se desató la tormenta sobre el desdichado Villarreal. Cada salida desde atrás suponía un suplicio para los centrales de Garrido, que el año pasado firmó un primer tiempo memorable en este mismo escenario. Pero esta vez Borja Valero y Bruno ni notaron el tacto del balón. Al minuto cinco, un pelotazo de Di María fue llevado a la red por Benzema, que volvía al once en lugar de Higuaín y que algo sabe de pararla con el pecho y levantarla ante el portero. Quede el consuelo del pobre en la falta previa sobre Cani.
Pero si ese 1-0 no hubiera subido, Kaká también habría marcado poco después, con un zurdazo a la media vuelta. Es un hecho consumado la mejora del brasileño, titular por quinta noche consecutiva, uno de los abandorados de semejante desfile blanco. Roig, compañero de palco de Florentino, bien pudo darse por satisfecho cuando poco después Benzema y Di María se quedaron con la miel en los labios. De entre las �delicatessen�, dos quiebros de Marcelo por la izquierda parecieron �bocatto di cardinale�. Por no mencionar el monumental contragolpe del 3-0, coronado por el pase al espacio de Benzema y la definición por bajo de Di María.
Era un Madrid en sazón, semejante al del año pasado por estas fechas, cuando despachó siete triunfos ligueros justo antes de viajar al Camp Nou. Un equipo que jugaba a su antojo, perdonando incluso la vida al oponente, pensando en el futuro, dando entrada en el segundo tiempo a Higuaín y Özil. Incluso Alonso, tras 13 partidos completos con la camiseta blanca, gozó por primera vez de un ratito de descanso. Si no hubo más represalias, el Villarreal bien puede agradecerlo a los dioses. Y si el Madrid no es líder, acháquenlo a un milagro llamado Levante.
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