El delantero asturiano no atraviesa por su mejor momento de forma, pese al golazo que anoche anotó de falta, frente al Milan.
David Villa es consciente de la generosidad que despliega el público del Camp Nou. En sus primeros minutos como azulgrana (durante el verano de 2010), la grada culé le acogió en su seno con un enorme cariño y se desgañitó para apoyarle antes, incluso, de que lograra ninguna acción de mérito con el Barcelona.
"Normalmente, te dan cariño cuando tú les das", explicaba David Villa en una entrevista concedida al diario El País el 26 de agosto de 2010. "Llevo aquí poco, he jugado media hora y sin haber hecho nada ya me están demostrando su cariño. Veo muchas camisetas con mi nombre y no he hecho nada todavía. La gente me demuestra su afecto, hay muchos que incluso me dicen que por qué no vine antes", añadía.
Poco más de un año después de aquellas palabras, Villa ha entendido, también, que el público del Camp Nou es muy exigente. En la excelsa constelación que forman las estrellas azulgrana, no hay margen de error para la afición. Y en medio de la fogosidad de un partido de altos vuelos, el público azulgrana olvida éxitos pasados, la excelencia del �tiqui-taca� o los trascendentales goles que Villa anotó el año pasado (uno de ellos en la final de la Champions League frente al Manchester United, por cierto).
Cuando un partido se obstruye para el Barcelona, en la grada azulgrana aparece el �run-run� y la búsqueda de culpables. Y ayer, ante el Milan, el verdugo durante gran parte del encuentro fue, para los seguidores culés, David Villa. "No es capaz de desbordar a nadie", aseguraba un aficionado. "Que no le pasen el balón", confirmaba otro.
Y así fueron sucediéndose las críticas de los seguidores más pasionales, disconformes con el juego desplegado por David Villa, un hombre todavía lastrado por el error que cometió el pasado sábado, frente a la Real Sociedad.
Ante los donostiarras, el asturiano fue protagonista de un errático pase atrás que aprovechó la Real Sociedad para birlarle dos valiosos puntos al Barcelona. La acción aún está fresca en la memoria del aficionado culé. Y David Villa, lo sabe.
Es por ello que su cara, ayer ante el Milan, fue un poema a lo largo de todo el partido. Incluso tras el golazo de falta que anotó frente a los rossoneros. Un tanto que supuso el 2-1 y que hubiera sido aún más valioso si Thiago Silva no hubiera igualado la contienda en el último suspiro del encuentro, a la salida de un córner.
El gol del Guaje, en cualquier caso, reanimó la versión generosa de una afición azulgrana que acabó ovacionándole cuando fue relevado por Ibrahim Afellay, en el minuto 84. Así es la grada azulgrana: tan agradecida como exigente.
Para que sólo salga a flote la primera versión, Villa tendrá que redimirse a base de goles, asistencias y regates. Puede hacerlo. En su botas, y pese a que no esté atravesando por su mejor momento físico, hay calidad suficiente como para ser siempre héroe en Can Barça, y no villano.
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