Lady Gaga ha desatado la locura este sábado ante los miles de fans que han abarrotado el Palau Sant Jordi de Barcelona en su único concierto español de la gira «Born this way ball tour»; un espectáculo ambientado en un gran castillo medieval repleto de excesos que la ha acercado un poco más a la cima del pop.
Irreconocible bajo un armadura arácnida, Lady Gaga ha tardado un par de canciones en dejar ver su rostro, hasta que entre gemidos ha salido de las entrañas de un ser mitad insecto mitad humano y ha entonado «Born this way», la canción que da nombre a su último disco y que es toda una carta de presentación.
Su segundo disco ha protagonizado la primera parte del concierto -«Highway unicorn», «Government hooker», «Black jesus» y «Bloody mary» han sonado casi sin interrupción--, hasta recuperar el éxito «Bad romance» de su primer álbum, que ha cantado con una máscara caprina y con todos sus bailarines en unos impecables calzoncillos blancos. Fiel a sus estilismos imposibles, Gaga se ha llegado a fusionar con una Harley Davidson para cantar «Heavy metal lover», pero entre salto y salto se le ha roto el sujetador, un detalle que ha pasado desapercibido porque para entonces ya se había enfundado una camiseta del FC Barcelona, que he llevado muy a gusto durante un buen rato. Y solo un día antes del clásico que se juega este domingo en la Ciudad Condal.
La cantante neoyorquina ha estado muy habladora y no ha parado de dirigirse cariñosamente a sus fans: «Soy vosotros», «sois mi reino» y «tenéis un corazón enorme» son sólo algunas de las perlas que les ha dedicado, y también ha hecho alguna referencia a la difícil situación económica del país, con una declaración optimista nada más empezar: «España, eres el futuro».
Esta adoración se ha reflejado en dos comentarios realizados en Twitter, en una cuenta que siguen más de 30 millones de personas. «En España pasándolo como nunca!!! Comiendo paella en la esquina. Me encanta estar aquí, las vistas son preciosas, voy a darle caña a Barcelona», escribió antes del concierto. Para después volver a referirse a él como una noche inolvidable.
A lo largo de las dos horas de concierto se ha cambiado más de diez veces y uno de sus 'looks' más celebrados ha sido el ya icónico vestido de chuletones, que se ha enfundado para cantar «Americano» y «Poker face», una de las más coreadas. Las luces rojas y el ambiente de carnicería han sido el escenario ideal para que se lucieran sus esculturales bailarines, con momento homerótico incluido, ya que como la propia cantante ha recordado, la primera vez que actuó en España hace cuatro años lo hizo en bares gays. Con «Alejandro» y «Scheibe» ha quemado parecía haber quemado los últimos cartuchos, pero aún tenían que sonar sus últimos singles: la energética «The edge of glory» ha arrancado en forma de balada, como queriendo dejar claro que, a pesar de todo el envoltorio, también tiene una buena voz, pero el colofón ha llegado con «Marry the night». Su último éxito hasta la fecha ha puesto punto y final a un concierto cuajado de virguerías técnicas pero que también ha dejado espacio a la espontaneidad y la interacción con sus adorados «little monsters», un público fiel hasta el extremo, capaz de acampar durante semanas para poder ver de cerca la próxima reina del pop.
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