El Barcelona sentenció la Liga en el estadio Santiago Bernabéu, gracias a un empate a uno en el primero de los cuatro clásicos que disputarán en 18 días, marcado por la expulsión de Raúl Albiol por un penalti a David Villa y la resurrección moral del Real Madrid para afrontar la final de la Copa del Rey y la semifinal de 'Champions'.
La hegemonía del Barcelona se prolonga. Ya es campeón virtual de Liga. Castigó por momentos el planteamiento defensivo de José Mourinho para asestar el golpe definitivo a una Liga que tenía en el bolsillo. Para derrumbar, de paso, el estilo más defensivo con el que le arrebataron el sueño de la pasada Liga de Campeones. Pero cuando tenía a su gran rival en la lona, no le noqueó y permitió su resurrección para los próximos duelos.
Asomó por el Santiago Bernabéu el primero de los cuatro asaltos entre los dos grandes del fútbol español. Un duelo de alta intensidad. Vital siempre, independientemente del momento en el que llegue. No hay un clásico intrascendente, aunque José Mourinho lo aprovechase para probar nuevos aspectos tácticos.
Ante el respeto máximo de Pep Guardiola al partido que marca cada temporada, con un as en la manga escondido hasta última hora, la titularidad de Carlos Puyol, Mourinho probó con vistas al futuro. La Liga era misión imposible. La necesidad del triunfo no impidió que plantase un 'trivote' en el centro del campo con Pepe al mando. Un equipo por detrás del balón que juntó líneas, redujo espacios y buscó la velocidad a la contra.
El 5-0 del Camp Nou es la coartada de Mourinho. El Real Madrid no puede jugar con las armas de su eterno rival. Debe derrumbarle con otro estilo. El debate que abre sobre un estilo digno a la historia del club blanco es intrascendente para un técnico que busca títulos independientemente del camino que tenga que recorrer para llegar a ellos. El empate obtenido es el primer argumento a su favor.
El balón llevaba el escudo del Barcelona. El toque se exhibió en el Bernabéu pero con menos profundidad de la habitual en el primer acto. Tenía una red defensiva diseñada por Mourinho difícil de romper. Las líneas juntas y diez jugadores destruyendo fútbol. De poco importaba que cuando la pelota caía en pies del Real Madrid durase segundos, se perdiese en acciones en solitario de Cristiano y no existiese la posibilidad de un fútbol fluido.
El objetivo de Mourinho era alejar al Barcelona de la zona de peligro y lo consiguió. Mientras Cristiano probaba a Víctor Valdés con una falta lejana, el Barcelona pasó 16 minutos sin pisar el área rival. El desgaste físico lo ejercía el Real Madrid. Corría tras la pelota. Rezaba para enganchar una acción a balón parado.
Leo Messi andaba impreciso. Regalando balones con pases entre líneas, víctima de la falta de espacios. Andrés Iniesta desaparecido entre el alto césped del Bernabéu. Otra estratagema de Mourinho que renunció al balón y, por consecuencia, a ser dueño del partido ante su afición.
El desgaste favorecería al líder. Y Messi tuvo la primera. Desmarque de ruptura y mano a mano ante Casillas que adivinó el balón picado. Era el minuto 19, tres después respondía Benzema con un disparo que no supo tapar Valdés y cedió un córner. Eran los momentos más celebrados por la afición del Bernabéu, que contenía el aliento. Cristiano remató arriba uno. Y otro, tras cabezazo de Ramos, rozó el gol si Adriano no hubiese sacado el balón bajo palos.
Antes llegó la polémica que siempre marca un clásico. Villa no llegaba al balón, escorado sin opciones de remate, pero recibió el contacto de Casillas. Lo arrolló. Todo el Barcelona fue un clamor ante Muñiz Fernández.
Víctima de su planteamiento, cuando el Real Madrid recuperaba el esférico carecía de referencias ofensivas. Solo las voluntariosas carreras de Di María generaron algo de inquietud, pero no acertó nunca en el remate. Como Cristiano, tan ansioso por marcar, que veía como se le escapaba el balón con todo a su favor a los 33 minutos.
Messi aparecía a ráfagas para demostrar las razones que le encumbran como el mejor del planeta. Obligó a lucirse a Casillas al borde del descanso. Y pateó con una pasmosa tranquilidad el tanto que adelantaba al Barcelona. Fue nada más nacer el segundo acto. En un inicio eléctrico. El poste repelió una falta lanzada por Cristiano. Y Albiol condicionó el duelo en un grave error.
Corría el minuto 52 cuando tras medir mal un balón en largo a Villa, lo derribó dentro del área agarrándole por el cuello. El gol de Messi tumbó al Real Madrid. En inferioridad numérica y a once puntos de distancia el Barcelona le dio por muerto.
Se lesionó Puyol, que pagó la inactividad de tres meses, el larguero evitó la sentencia, con un disparo de Xavi y Villa perdonó dos claras acciones. Si algo caracteriza al Real Madrid es que nunca baja los brazos ante la adversidad. El Barcelona desaceleró, pensó en los clásicos venideros, permitió jugar en su terreno y al final recibió el castigo en un penalti discutido de Álves a Marcelo. Cristiano lo marcó. Rompió su gafe.
Se encendió el Bernabéu y con la moral recuperada en un final de locura el partido pudo caer para cualquier bando. Khedira a un minuto del final, chutó centrado tras una mágica jugada de Özil. Afellay rozó el larguero en acción individual. Fueron los últimos coletazos del primer clásico. El que proclama campeón virtual de Liga al Barcelona y da confianza al Real Madrid para las dos competiciones en las que tiene depositadas más confianzas.
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