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jueves, 14 de abril de 2011

Barcelona vs Madrid Actitud y Politica

Los cuatro partidos en menos de 20 días que estarían a punto de disputar (aquí no conviene el verbo "jugar") el Barça y el Real Madrid darán a los aficionados una de esas emociones tan pero tan fuertes que te pueden matar.
El orden de las cosas, la armonía del Universo, como dirían Einstein y Lobo Antunes, ha dispuesto que los clásicos nos lleguen en forma ordenada, pausada, dándonos tiempo para saborearlos. Ahora, en cambio, llegan como ómnibus enloquecidos, todos juntos, después de una prolongada espera.

Esto es peligroso. Ayer, en la tertulia del pub, nuestro grupo discutía las metáforas más adecuadas para esta conjunción de los monstruos de la Liga.

Todos coincidimos en los contrastes. Esto podía ser un banquete delicioso o un festín intoxicante, una fiesta o un aquelarre, un paseo o una emboscada.

Alguien dijo que la experiencia de estas tres semanas será como la que experimentó en una cacería del jabalí, en la Patagonia, cuando la bestia, herida, embistió a nuestro héroe y él debió rematarla con el cuchillo.

En el plano internacional, la rivalidad entre el Madrid y el Barça ha desplazado últimamente a otras muy celebradas en la historia reciente.
El Clásico de Italia, Juventus/Inter, el choque de los dos gigantes de Milán, el Man U/Liverpool, las batallas entre equipos londinenses, o las colisiones entre clubes del norte y del sur, ya no brillan tanto como ésta de La Liga.

(Los clásicos del fútbol latinoamericano no tienen la trascendencia internacional que merecen: las quejas en la ventanilla de la televisión.)

Esto refleja la creciente difusión del fútbol español, claro, la convicción (o por lo menos sospecha, en algunos ámbitos) de que lo realmente importante, lo más excitante y trascendente, está allí, así como los mejores jugadores.

El peligro

El peligro de esos choques que se avecinan es que pueden precipitar el fin de proyectos importantes. Si los gigantes se reparten el botín, habrá equilibrio y continuidad. Si uno de ellos llega en mejores condiciones y demuestra una superioridad aplastante, podrían rodar las cabezas en el otro club.

Y también el peligro de exagerar la importancia del fútbol y de sus resultados.

En nuestro grupo (reunido en West Hampstead, Londres), quedaron en evidencia las dos tendencias: tres contertulios querían la victoria del Real Madrid, los otros tres la del Barça.

El misterio original

Ninguno de nosotros es español o ha vivido un tiempo prolongado en España. Somos culés o blancos por esos misterios de la simpatía o antipatía instintivas.

Y este misterio fue el siguiente tema en la tertulia.

¿Por qué siempre elegimos un "campeón" y un "anticampeón", un "equipo nuestro" y un "equipo de ellos", al asomarnos a un ámbito deportivo?

Esto es natural en nuestros lugares de origen, nuestros barrios, ciudades o países: nuestro favorito siempre viene acompañado del enemigo.

¿Pero por qué también elegimos amigo y enemigo en ámbitos lejanos y ajenos?

Cultura y politica

La respuesta fácil es que se trata de una construcción cultural, la presencia de un coterráneo, ecos de pertenencia, de afinidad, de afectos, de antipatías...

O de posiciones políticas, dice una voz. Y hay un murmullo de aprobación. Actitud política, claro, determinante... en particular en el caso de Barcelona y Madrid, pero no es tan fácil identificar el contenido político en todos los casos.

Esto quedó demostrado cuando repasamos las implicaciones políticas en diversas rivalidades del fútbol internacional. Seguramente existen en todos o casi todos los casos, pero nuestro grupo no pudo identificar a la mayoría.

Y así estábamos, hasta que recordé algo que había leído en un diario argentino, en el sentido de que la estructura cerebral determina las posiciones políticas.

Nos preguntamos, entonces, si eso también determina las simpatías deportivas.

Deporte y ciencia

Un contertulio desenvainó su computadora y buscamos en internet: el diario, Página 12, informaba de que "en Inglaterra, la revista especializada Current Biology publicó un estudio según el cual las personas progresistas tienen una estructura cerebral diferente a la de los conservadores".

Fuimos al sitio de Current Biology, donde el sumario del artículo firmado por Ryota Kanai, de la Universidad de Londres, nos informa de que se halló una relación entre las posturas progresistas y la cantidad de materia gris en la circunvolución del cíngulo anterior, mientras que la inclinación conservadora estaba asociada con un volumen mayor en la amígdala (cerebral) derecha.

El científico agrega que "si bien nuestros datos no determinan si estas regiones (del cerebro) tienen un papel causal en la formación de las actitudes políticas, convergen con trabajos previos para sugerir un posible vínculo entre la estructura cerebral y los mecanismos psicológicos que determinan las actitudes políticas".

No es lo mismo, pero de todos modos muy sugestivo.

(Quien quiera saber más deberá pagar 31,50 dólares a Current Biology. El Blog de Lalo debe atender a otros gastos.)

En la mesa del pub

En nuestra mesa nos preguntamos si el volumen de nuestros cíngulos anteriores y/o nuestras amígdalas derechas determinaba por igual nuestras simpatías políticas y nuestras simpatías deportivas.

El resultado no fue concluyente, y seguramente se necesita un muestreo mayor que el de la mesa de un pub.

Se supone que, en ámbitos donde no existe una afinidad geográfica o cultural, los progresistas preferirían al Barça (víctima de la opresión franquista, etc.) y los conservadores al Madrid. Pero no, al menos en este caso.

Tres contertulios se declararon progresistas y tres conservadores... pero la distribución no se ajustó a la expectativa: dos conservadores y un liberal se reconocieron culés, dos progresistas y un conservador, madridistas.

Ya se sabe, entonces: si usted tiene el cíngulo anterior robusto, es probable que se emocione al pensar en Messi y Guardiola, como le pasa a Rodríguez Zapatero. Pero si tiene una amígdala cerebral rozagante, lo lógico es que suspire con Florentino Pérez y Voldemou, como le ocurre a José María Aznar.

O será madridista, o del Valencia, o culé, porque le da la gana, nada más.

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