Empezó el año entregando el Balón de Oro tras cuatro años de brillante hegemonía. Cristiano Ronaldo, su némesis, se alzó con el premio que acredita al mejor jugador del mundo. Hablamos de Leo Messi, que afectado por las lesiones desde abril de 2013 encajó el revés como pudo, consciente a la vez de que el Mundial de Brasil, su Mundial, podía devolverle a lo más alto.
El argentino planificó la cita con esmero, pero por el camino topó con el fracaso del Barcelona de Gerardo Martino, que perdió la final de Copa contra el Real Madrid y la Liga en casa ante el Atlético de Madrid. Probó el sabor de las críticas como nunca y, dolido por los pitos del Camp Nou, llegó a plantearse su continuidad en Barcelona. Solo Tito Vilanova, estando el extécnico muy enfermo, le animó a seguir donde siempre, pero eso no evitó que viajara a la concentración mundialista con la mosca detrás de la oreja pese a firmar su enésima renovación como futbolista azulgrana.
2014 no ha sido el mejor año para Messi. Ganar el Mundial habría revertido el balance, pero a la albiceleste no le dieron las ganas de alirón para imponerse a Alemania en la final. El rosarino, faro de todo equipo donde juega, se quedó a las puertas de su gran objetivo y tuvo que contentarse, brazalete de capitán en mano, con el premio al mejor jugador del torneo, cosa que provocó un torrente de críticas que en ningún caso debieron ser para él, sino para los que decidieron entregarle el galardón.
Estuvo presente en casi todas lasfinales (faltó en la de la Champions), pero no besó la gloria en ninguna de ellas. Y no está acostumbrado. Ha vivido un año marcado por el fracaso colectivo, aunque maquillado con estadísticas personales al alcance de su superlativa facilidad para ser determinante sobre un campo de fútbol.
Y es que a Messi el Barça no le acompaña como antaño, de ahí que ya no sea tan contundente cuando le preguntan si se retirará vistiendo la camiseta azulgrana. «Siempre dije que me gustaría quedarme, pero a veces no todo se da como uno quiere», afirmó no hace mucho, en la línea de las dudas que sembró a finales de la temporada pasada.
«El fútbol es complicado, más aún en los momentos que está pasando el Barcelona». A sus 27 años, sabe que para ser el mejor necesita jugar en un equipo competitivo, y hoy en día el conjunto de Luis Enrique vive un proceso de remodelación que aún no transmite las mejores sensaciones. Eso sí, el delantero argentino, pese a la presencia de grandes estrellas como Neymar y Luis Suárez, sigue capitalizando gran parte de las esperanzas azulgranas. De hecho, es el único jugador de la plantilla que pasea aura de intocable en el régimen de rotaciones del técnico asturiano.
A pesar del errático inicio de los culés, Messi ha logrado en el último tramo del año superar el récord realizador de Telmo Zarra en la Liga y la marca de Raúl González en la Champions. Ambos logros habrían rascado algún voto favorable con vistas al Balón de Oro, pero cuando los alcanzó la votación ya estaba cerrada, cosa que le deja en bandeja el triunfo a Ronaldo y quizás la segunda plaza del galardón a Manuel Neuer, representante de la Alemania campeona del mundo. De poco le servirá haber metido solamente tres goles menos (58) que el portugués en el cómputo global del que, según dicen, ha sido su peor año, el más terrenal, desde que se erigió en estrella mundial.
El argentino volverá el 2 de enero a la disciplina del Barça con la intención de volver a traducir su talento individual en éxitos colectivos. La primera prueba será dos días más tarde en Anoeta, donde los azulgrana llevan dos temporadas seguidas perdiendo en Liga, competición. Paralelamente, en los juzgados, Messi seguirá batallando por defender su inocencia en la causa que le imputa un presunto fraude fiscal de 4,1 millones de euros.
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