Varias estrellas del Real Madrid, comenzando por Cristiano Ronaldo, fracasaron rotundamente en Brasil 2014 y fueron parte de las decepciones en varios combinados nacionales que debieron retornar a casa antes de lo previsto. Primero España, luego Portugal, un poco más tarde Brasil fueron cayendo, contando en sus filas con algunas de las figuras que habían protagonizado la obtención de la décima Champions League para la vitrina del Santiago Bernabéu.
Con sus vistosos tentáculos, tan omnipotente y gravitante en el planeta fútbol se siente el presidente de la Casa Blanca, Florentino Pérez, que hasta se atrevió a pedir por escrito a la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) que Ángel di María no jugara la final del torneo, conducta perfectamente coherente en quien solo importa el rendimiento del presente y las ventas de camisetas por millones. Finalmente, el ángel argentino, ya se sabe, no fue alineado con la celeste y blanca frente a Alemania por una lesión que no le permitía encontrarse en la mejor condición física para un juego de tan histórica responsabilidad.
Obnubilada por la racha goleadora de James Rodríguez, más la factura del primero anotado a Uruguay en cuartos de final en el Maracaná, la plana mayor madridista y su entrenador Carlo Ancelotti se apresuraron a negociar la transferencia del colombiano proveniente del Mónaco. A continuación cerraron con el alemán Toni Kroos, considerado la pieza clave del nuevo campeón mundial. Más tarde apareció concretando con el mexicano Chicharito Hernández que dejaba así la camiseta de los diablos ingleses.
Tan grande parecía la urgencia, tanto en los ingresos cuanto en los despidos o las transferencias, que sin demasiados trámites, Xabi Alonso se marchó para el Bayern de Múnich, Di María, maltratado y manoseado muy al estilo de cómo se maneja la Casa Blanca cuando quiere quitarse a alguien de encima, recaló en el Manchester United, quedando pendiente de solución lo del turco alemán Sami Khedira.
Emborrachados de negociaciones, obsesivos con la idea de tener a los mejores de cada puesto, convencidos de que la camiseta hace al jugador y no al revés, los de Ancelotti ya tropezaron con un primer escollo —derrota 2-4 frente a la Real Sociedad de San Sebastián— y el sábado protagonizaron una segunda consecutiva a tres fechas de iniciada la Liga española, y la segunda en dos temporadas en casa propia frente al equipo más aguerrido del momento, el Atlético de Madrid de Diego Simeone.
Los cánticos exitistas desde las gradas del estadio madridista —“¡Florentino dimisión!”— son el producto del típico hincha para el que solo interesa el aquí y ahora, sin que ya importe demasiado la euforia desatada con la obtención de la última Champions y con semejante talante las molestias vuelven a manifestarse contra Iker Casillas, que para nada es culpable de las anotaciones de Tiago y Arda Turan para el triunfo “colchonero”.
Ancelotti mantiene la línea de fondo, formando dupla central con Sergio Ramos y Pepe, Arbeloa por la banda derecha y Coentrão por la izquierda que en la pasada temporada alternó con el brasileño Marcelo —al que el seleccionador brasileño Dunga no convocó para los juegos frente a Colombia y Ecuador—, pero fue justamente en la zona más sensible para lograr el equilibrio entre defensa-ataque donde se manifestaron los mayores problemas porque Modric, Kroos y James necesitarán tiempo para lograr las transiciones de las que fueron capaces con Alonso, Khedira y Di María, al extremo que el tridente BBC —Bale, Benzema, Cristiano— sufrió el sábado un desbarajuste producto de la falta de efectividad del ariete francés, el repliegue del galés convirtiéndose, de facto, en cuarto volante, y el desplazamiento del portugués hacia la banda derecha para intentar lo que sus compañeros no podían, cosa que él tampoco pudo en la zona de definición, aunque sin duda, nuevamente, fue la pieza fundamental del equipo.
Durante la primera parte, el Madrid logró tramos de gran fluidez que complicaron la siempre férrea y efectiva capacidad de recuperación de los rojiblancos, pero como los barriles de pólvora necesarios no aparecieron cuando se trató de intentar liquidar el partido, con una pelota parada y un astuto cabezazo de Tiago en la primera etapa y una muy buena jugada por derecha que dejó habilitado a Turam en el área grande, fue suficiente para que los últimos campeones de Europa se marcharan sintiendo que llegó el tiempo de la saturación, que probablemente se lamentará el haberse desecho de Alonso y Di María —en otro tiempo fue el francés Makelele—, que la exquisitez del “10” colombiano parece no encajar en equipos verticales y expeditivos que quieren triturar rivales apenas suena el pitazo inicial, debido a que debe imperar la velocidad sobre el preciosismo.
Nuevamente, como en los superados tiempos de José Mourinho, la puerta del vestuario madridista ha quedado entreabierta para que vuelva la filtración de conversaciones privadas hacia los medios españoles, que por supuesto, le sacan gran partido al dime y al direte, más, si como ya ha trascendido, CR7, harto ya de estar harto, especialmente por la sacada a empujones de Di María, estaría listo para retornar en 2015 a vestir nuevamente la camiseta del Man Unit que ahora dirige el estratega más destacado del último mundial, el holandés Louis van Gaal.
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