El regreso de Gareth Bale se ha convertido en un ‘bendito’ problema para el técnico del Real Madrid, Carlo Ancelotti, que insistentemente ha mantenido en público el cartel de titular del extremo galés pero sabe que ha encontrado un estilo brillante de juego con el dulce momento de Isco Alarcón.
"Ningún jugador se enfadará por la titularidad de Bale"; "puede ayudarnos a ser mejores"; "algunos olvidan sus goles en las finales de la pasada temporada y que fue de los mejores en su primer año". Son frases de Ancelotti que en cada aparición pública ha puesto vendas antes de la herida para justificar la titularidad de Bale en su regreso antes de que se produzca.
A Isco solo le faltaba "un entrenador que lo ponga", como el propio Ancelotti afirmaba culpándose a sí mismo de la falta de continuidad para el malagueño. La lesión muscular de Bale el pasado 17 de octubre permitió al técnico italiano dar la oportunidad que demandaba el mágico centrocampista y el resultado no ha podido ser mejor para su equipo.
El Real Madrid ha firmado cinco victorias que extienden la mejor racha de Ancelotti en el club, once partidos ganados de forma consecutiva y con contundencia. 19 goles a favor y tan solo uno en contra, exhibiendo un juego brillante ante rivales de la talla del Barcelona o Liverpool.
Con Isco han aparecido en escena nuevas variantes futbolísticas que han desatado el fútbol más brillante desde hace años en el conjunto madridista. En un tiempo reciente hicieron creer desde el club defensores a ultranza del portugués José Mourinho, que el toque aburría al madridismo y hasta era silbado en el Santiago Bernabéu. Nada más lejos de la realidad.
La presencia de Isco en el campo y la apuesta valiente de Ancelotti, renunciando a la figura de un centrocampista puramente destructivo en una media que completan el alemán Toni Kroos, el croata Luka Modric y el colombiano James Rodríguez, ha desatado un estilo que mezcla a la perfección la posesión de la pelota con la verticalidad o el contragolpe letal.
En Granada el Real Madrid llegó a tener el 72 por ciento de la posesión y nunca aburrió. El toque siempre fue acompañado de movilidad, de apariciones al espacio, velocidad en las transiciones y llegadas continuas al área rival. Los jugadores se volvieron a divertir sobre el campo e instalan en el madridismo el goce continuo.
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