José Ángel Sánchez, el director general ejecutivo del Madrid, y el presidente del club, Florentino Pérez, se trasladaron a Milán en la primavera de 2010 para contratar al hombre que les hablaba con voz metálica y tono profético de su conocimiento profundo. Decía que sabía cómo desactivar al equipo más perfecto que había existido en las últimas dos décadas. Se llama José Mourinho y el sábado comprobó que, después de un año y medio de trabajo, su equipo ha evolucionado, pero ha pasado de perder el primer clásico de la Liga por 5-0 a perderlo por 1-3.
El entusiasmo en los días previos al partido del 29 de noviembre de 2010 no hacía pensar en el corrimiento de tierra que se avecinaba. Horas antes de acudir al Camp Nou para enfrentarse al Barcelona, Mourinho parecía tan seguro de su dominio de la situación que no hacía más que repetir que daría una lección de fútbol. No fue así. Perdieron por 5-0 y Mourinho comenzó a desconfiar de todo: no se libraron los dirigentes, ni sus jugadores, ni los cocineros ni los médicos. En el verano mandó una reestructuración que afectó a todos los estamentos del club, comenzando por la dirección general deportiva, de la que removió a Jorge Valdano. Se ficharon y se despidieron jugadores, médicos, jardineros y cocineros, bajo la dirección exhaustiva de Mourinho, fiscalizador febril de cada tarea. Como dijo un empleado del club: "La presión es insoportable".
La obsesión de Mourinho por transformar el club y el equipo ha producido algunos efectos positivos. Los jugadores del Madrid llegan al gol con más facilidad y han afinado los movimientos dirigidos a recuperar el balón. Dicen los futbolistas que los ejercicios de posesión no han variado demasiado respecto al curso pasado, que el técnico ensaya sobre todo las transiciones rápidas y que a la hora de concentrar a los jugadores en una tarea prefiere hacerlo para que realicen maniobras defensivas. Mourinho lo ha bautizado como "triángulo de presión ofensiva", pero los futbolistas, con ironía, lo llaman, como de costumbre, "trivote". Los días antes de recibir al Barça el equipo estuvo ejercitando las basculaciones para que los cuatro defensas y los tres centrocampistas cerrasen cada espacio. En este aspecto, el Madrid ha dado un giro hacia la perfección. Pero una vez que recupera la pelota sigue comportándose de la misma manera, si no con más precipitación que la temporada pasada. Esta sensación de urgencia, que bordea la confusión, se acentúa ante el Barça.
El técnico insistió a los jugadores en que contra el máximo rival es imprescindible desembarazarse del balón lo antes posible una vez recuperado. Urge acabar las jugadas rápidamente, se imponen las aperturas a la banda o los balones largos a Benzema para que los descuelgue. La mayor facilidad del francés para el juego aéreo le dio la titularidad en detrimento de Higuaín.
Si el 5-0 convenció a Mourinho de algo es de que no podía disputar el balón al Barça. Seguro de que la alineación de Özil en el Camp Nou había sido un error, emprendió una serie de reformas para contrarrestar a los azulgrana en el futuro. La semana pasada, Mourinho intentó persuadir a los jugadores de que actuasen igual contra el Barça en el Bernabéu que contra el Valencia en Mestalla. Para ambos partidos trabajó la misma táctica en los días previos. Sólo cambió a Khedira por Özil. Pero, una vez elegido el mediapunta, le obligó a realizar una labor de presión sobre la salida del balón del Barça análoga a la que le habría exigido a Khedira.
Las estadísticas del 5-0 se parecen tanto a las del 1-3 que cabría concluir que las pequeñas diferencias son producto del cambio de escenario: una derrota fue en el Camp Nou y la otra en el Bernabéu. Hace un año, el Barça remató 13 veces y ahora tiró 10, tuvo la pelota un 63% del tiempo de juego por el 61% del primer clásico y concedió nueve remates por 11. Hasta la alineación fue casi idéntica: el Madrid solo cambió a Carvalho por Coentrão y a Khedira por Lass.
Mourinho se ha enfrentado 12 veces al Barça de Guardiola con resultados desiguales: dos victorias, tres empates y siete derrotas. Si el sistema no es ineficaz frente a este adversario, lo parece mucho. Los resultados han hecho pensar a un grupo de jugadores que la fórmula de Mourinho precisa de variantes nuevas.
"No", dijo Mourinho, cuando le preguntaron si su receta era inadecuada contra el Barça, tras el 1-3; "por los números, es fácil de entender que ellos han ganado muchos más partidos que nosotros. Y de un modo muy pragmático es muy fácil analizarlo. Quien gana más partidos es porque ha conseguido ser mejor. Después el tiempo pasa y nos olvidamos de la expulsión de Pepe, del gol de Higuaín en Barcelona [en la Champions], nos olvidamos de muchas cosas... Nos quedamos con los números. Pero el partido que les ganamos fue una final [la Copa]. Y, para mí, una final vale más que partidos como este".
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