"Ganar la Undécima, claro". El 4 de enero, cuando Zidane fue presentado por el Bernabéu con chaqueta azul y toda su familia en primera fila, no esquivó el reto obligado que cada entrenador blanco tiene encima de la mesa desde el primer minuto que acepta el cargo. Mucho más él, un personaje vinculado especialmente a la Copa de Europa. Anoche en San Siro buscó el abrazo de Cristiano, para agradecerle el penalti de la victoria. Con calma, sin excesos ni perder su particular swing, el temple que ha cambiado la vida esta temporada al Real Madrid, de las tinieblas al We are the champions que en la medianoche milanesa hacía temblar las mesas de madera de la tribuna de prensa. Zinedine Zidane, Mr Champions.
La final le exigió mucho, a él, novato en semejantes lides. Gastó sus tres cambios antes de la prórroga, cuando vio el partido dominado. Después las cosas se torcieron, pero Isco y Lucas, los relevos que lanzó sustentaron al Madrid en los minutos de la agonía, de donde casi siempre regresa el Madrid.
Tras perder dos Champions como jugador de la Juventus, Zidane tuvo que llegar al Real Madrid para encajar su historia con la de la competición continental más importante. A la primera dio en el clavo, en 2002, el año del centenario del club y su primera temporada en el Bernabéu. Cazó la Novena gracias a una volea prodigiosa, quizá uno de los goles más bellos que jamás se vieron en la historia del torneo. 14 años después, en sus comienzos en los banquillos, como asistente de Carlo Ancelotti gritó desde la banda el gol de Sergio Ramos. La Décima también estaba en su historial antes de irrumpir en San Siro para coronar un debut histórico como entrenador. En las pasadas Navidades estudiaba rivales de Segunda B y hoy a primera hora presentaba la Champions a La Cibeles. Un viaje apasionante, entre el aprendizaje y la necesidad de tomar decisiones desde el primer día. No perdona ese puesto eléctrico. Primero arregló heridas del vestuario seduciendo al grupo gracias a su carisma, una leyenda cercana, con buen recuerdo los jugadores de su paso en 2014.
El invento de Casemiro
Después empezó a ajustar la pizarra, sin soluciones estrambóticas, pero con ideas claras. Confianza plena en la BBC, refuerzo del centro del campo con Casemiro y apuesta de Pepe junto a Ramos, a pesar de su relación casi familiar con Varane. La presencia del poderoso pivote brasileño -enorme ayer- dio aire a Modric y Kroos, más cerca de la delantera. Después, dejó hacer a la fuerza del escudo y al talento de sus futbolistas. En la Liga una victoria simbólica en el Camp Nou, remontando con uno menos, afianzó el proyecto del francés, que aprovechó el camino por la Copa de Europa mientras en el campeonato nacional aprovechaba su equipo los temblores del Barcelona para regresar a la pelea por el título.
Sonriente en rueda de prensa, sin histerias y duro con piezas de muchos quilates, como James, el Madrid se hizo más redondo, capaz de resistir además al filo del abismo. La remontada ante el Wolfsburgo disparó la fe en la Champions, mientras llegaban victorias ligueras (Anoeta, Vallecas) que también reforzaron la confianza de un conjunto desahuciado a mitad de curso, con líos en el club (sanción FIFA, eliminación copera, caso Benzema, persecución a James...) y un técnico rechazado por la plantilla. Zinedine Zidane encendió la luz y apuntó a San Siro, donde esperaba ayer un cierre de travesía maravilloso.
En la vuelta de honor, con la música a tope y los papelillos blancos sobre los hombros de la chaqueta, el francés se abrazaba con cariño a la preciosa copa de plata y grandes orejas, la dama que siempre ha vuelto loco al madridismo.
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