La ronda de celebraciones que completó la plantilla del Real Madrid tras conquistar en Lisboa la Décima consolidó a Sergio Ramos como un ídolo, un nuevo mito para el madridismo, que volcó toda su euforia y su pasión por el jugador que rescató a su equipo en la final ante el Atlético Madrid.
Los goles del central ante el Bayern Múnich y, sobre todo, en el estadio Da Luz, le proyectaron ante su público definitivamente. Sin discusión. Ramos ahora no genera debate. Resucitó al equipo y le llevó hasta la fiesta que completó su plantilla en el estadio Santiago Bernabeu.
El defensa sevillano fue de los últimos en saltar al césped. Para él fueron casi todos los honores de los setenta mil aficionados que abarrotaron el recinto blanco en el último acto de las celebraciones y que contemplaron uno por uno la presencia de sus jugadores.
Ramos se arrodilló e hizo una reverencia a la grada. El público coreó su nombre mientras el jugador se tocó el pecho con fuerza, para subrayar su madridismo.
Su presencia sobre el césped en esta noche de fiesta solo fue comparable al recibimiento que recibió el capitán Iker Casillas. No hubo división. La grada, unánime, se entregó al nombre de Iker, Iker, Iker...
La algarabía tras la victoria en Lisboa delató algunas de las promesas de sus jugadores en caso de triunfo. Como la del lateral Dani Carvajal, que apareció con la barba teñida de rubio mientras el croata Luka Modric apareció sin melena, con un llamativo corte de pelo precio de la conquista de la Décima.
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