Cristiano Ronaldo brilló en su regreso al estadio Santiago Bernabéu, referente en la remontada del Real Madrid al Fiorentina, al que endosó un nuevo golazo para conquistar su trofeo (2-1), el duodécimo consecutivo en un partido que dejó la reivindicación de los más jóvenes ante Zinedine Zidane.
La reedición de la final de la Copa de Europa de 1957 llegó en un Bernabéu que mantiene su trofeo recordando citas que marcaron la historia del Real.
El lance sirvió para dar minutos a los jugadores que menos protagonismo tienen y encontrarse con la pegada de Borja Mayoral, la omnipresencia de Marcos Llorente y el arte de Dani Ceballos.
Los nuevos jugaron con ganas de brillar, contagiados de un referente como Cristiano para el que no hay partidos amistosos. El portugués brilló en un particular inicio de curso.
En un comienzo relajado apareció el descaro de la Fiorentina para golpear primero. En plena búsqueda de nuevos referentes tras perder a los que tenía, salió con valentía. Avisó con un cabezazo de Eysseric y castigó la falta de intensidad madridista con un tanto tempranero gracias al disparo colocado de Veretout, imparable para Kiko Casilla.
No tardó en reaccionar el Real con Cristiano al mando. Regaló el primero tres minutos después, generoso ante el movimiento de nueve de Borja Mayoral que marcaba a placer y echaba su instancia para ser el “nuevo Morata”.
El duelo era de ida y vuelta. Es donde disfruta Asensio y también sirvió para que Marcos Llorente mostrase la cantidad de campo que abarca con su físico. Roba con facilidad y construye con rapidez. Nacho acariciaba el gol tras un saque de esquina y el que no perdonaba era Cristiano. Inventó un golazo recibiendo escorado en la izquierda, saliendo hacia dentro con un amague y zambombazo a la escuadra.
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