Dos goles de Álvaro Morata y su participación clave en un tercero que acabó con tanto de Mantovani en propia puerta, ejecutaron el plan de rotaciones de Zinedine Zidane llevado a su máxima esencia, con nueve cambios en su once ante un Leganés que siempre buscó la gloria (2-4).
La presión por perder momentáneamente el liderato. Sentir la Liga en juego. Nada frenó la revolución de Zidane en Butarque. Era la hora de demostrar que su mensaje es cierto y todos sus jugadores son importantes. De golpe, sin medias tintas, con una fe ciega en su plantilla como para quitar del once de golpe a Cristiano Ronaldo, Gareth Bale o Toni Kroos. Era un partido para la segunda línea.
El riesgo que corrió Zidane en un golpe de mano de entrenador era altísimo. Un buen resultado reafirma su autoridad en el vestuario, el predicamento en una plantilla repleta de estrellas que aceptan las rotaciones. Pero todo lo que no fuese ganar se habría convertido en una crítica furibunda, con duelos ante el Atlético de Madrid y Barcelona a la vuelta de la esquina.
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