Cuando uno no quiere que cambie nada, lo más probable es que todo vaya a peor. Y el último partido del Barça esta temporada en su estadio podría servir para resumir perfectamente el curso de los de Koeman. La derrota ante el Celta por 1-2 supone el adiós más cruel a La Liga y una nueva mancha grosera que vuelve a deprimir a una afición ya desesperada cada vez que los suyos se enfrentan a grandes momentos, a excepción hecha de una Copa que los propios jugadores se han empeñado en eclipsar.
Tuvo en su mano a lo largo de la tarde el Barça llegar a la última jornada con opciones de luchar el campeonato. El Atlético perdía en el Wanda y el Barça era incapaz de superar a un Celta que les mostró todas sus carencias. La capacidad del Barça para perder La Liga una y otra vez es legendaria. La última jornada será de trámite para el Barça, tal y como se esperaba, pero de la manera más dolorosa.
Los blaugrana volvieron a demostrar que son un equipo que necesita una tonelada ocasiones para marcar un gol, que casi siempre llega mediante Messi, que en su ocaso sigue siendo el mejor de largo, y que en cambio es una escuadra que al primer guantazo del rival se va al suelo.
De salida, el partido fue un monólogo barcelonista ante un Celta que salió al Camp Nou a verlas venir y confirmando la sensación de que se jugaba bien poco. El dominio blaugrana en los primeros 20 minutos se tradujo en una serie de oportunidades falladas por Pedri, Griezmann, Dembélé y Messi que para los optimistas significaba que el gol estaba a punto de llegar y para los pesimistas que la pólvora seguía mojada.
El de siempre, Messi, que jugaba su último partido en casa con el vigente contrato, abrió el marcador al rematar de cabeza un perfecto centro de Busquets. La vieja guardia acudía al rescate del Barça en el gol número 30 del argentino. Todo parecía controlado, porque el Celta, ni con el gol, ofrecía constantes vitales. Pero este Barça es capaz de revivir a un moribundo y esta vez tampoco falló a la cita. La fama obliga.
En la primera llegada de los gallegos, Santi Mina se sacó el balón de encima de la frontal disparando un chut ante el que Ter Stegen hizo la estatua de manera inaudita. De nuevo se evidenciaba la mandíbula de cristal de un equipo que estaba haciendo un partido más que decente y que tiraba el trabajo por la borda en la primera curva.
Quedaba por delante la segunda parte, donde el Barça, últimamente, completa sus salidas de pista. Koeman esta vez se movió en el descanso y dio entrada a Riqui Puig por Pedri.
ada se movió en el decorado, que repitió el guion de la primera parte. El Barça presionando, fallando goles, desordenándose a cada minuto que pasaba, sin ayuda del banquillo hasta esperar el tradicional tiro en el pie. De nada sirvió que el Atlético estuviera invitando por enésima vez al Barça a entrar en la lucha. Koeman desde el banquillo volvió a aumentar el caos y a la que el Celta pasó de mediocampo, con el Barça ya con diez por expulsión de Lenglet, se certificó el adiós más doloroso.
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