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viernes, 12 de julio de 2013

Real Madrid ficha al español Illarramendi por más de 50 millones de dólares



El Real Madrid ha fichado a Asier Illarramendi, jugador de la Real Sociedad, por el que pagará al club donostiarra su cláusula de rescisión, 38,9 milones de euros (50.694.480 dólares), según ha detallado su presidente, Jokin Aperribay, en rueda de prensa, después de que el conjunto vasco se negara a rebajar el importe del traspaso. Es el cuarto fichaje del Madrid para esta temporada, y el tercero español, después de los de Isco, Carvajal y el medio brasileño Casemiro. Será presentado mañana sábado a las 13.00 y firmará por seis temporadas.

Demasiados apodos, demasiados símiles. “Las comparaciones no ayudan”, declaraba a EL PAÍS en septiembre del año pasado cuando aún no se adivinaba ni la impronta de su juego ni el fulgor que acabó teniendo la Real Sociedad. Juanma Lillo lo definió como “el Schuster de Zubieta” tratando de ser ejemplar en la definición de su juego y de su aspecto (por su melena rubia cortada al gusto del futbolista alemán) y más adelante, su fútbol empezó a ser comparado con el de Xabi Alonso, su ídolo de siempre por su manejo del balón y de los tiempos del juego. “Ponerme a su lado solo puede perjudicarme”, insistía en la citada entrevista “porque él es uno de los mejores en su puesto”. Para un chico tímido, “de pueblo” le gusta autodefinirse porque nunca ha abandonado su Mutriku natal (un pequeño pueblo de la costa guipuzcoana limítrofe con Bizkaia), todas las comparaciones son odiosas, pero inevitables. El fútbol tiende a definirse por similitudes más que por personalidades como el modo más rápido de resumir el juego de un futbolista. Quizás como todo está inventado, hay que ver a qué se parece cada invento.

Hasta la pasada temporada, Illarramendi era un secreto para el gran público. Martín Lasarte le dio la primera oportunidad mediante 67 minutos en Elche en 2011 cuando la Real volvió a Primera División. Al año siguiente debutó en Primera frente al Villarreal, pero aún de forma circunstancial. Una lesión de menisco esa temporada frente al Espanyol le frenó en seco y le apartó de los Juegos Olímpicos de Londres a los que si acudió su amigo Íñigo Martínez, central de la Real y natural de Ondarroa, el pueblo vecino, con el que iba en taxi a los entrenamientos en Zubieta. Desde que comenzó a darle al balón en el campo de San Miguel de su pueblo y después en el torneo de Brunete donde aireó su melena rubia hasta su eclosión de la pasada temporada que le ha llevado al Real Madrid atesora un Europeo sub17, una final del Mundial de la categoría perdida a penaltis frente a Nigeria (él falló uno de los lanzamientos) y un Europeo sub21.

Aún así seguía siendo un secreto que desvelar. Hasta que la pasada campaña se convirtió en el timón de la Real, de la mano de Montanier, que creyó ciegamente en sus posibilidades y le otorgó la condición de entrenador sobre el césped, un lujo para un muchacho de 23 años y una responsabilidad que solo un chico responsable puede asumir. La Real lo notó cuando estuvo y, sobre todo cuando no estuvo, nuevamente por una lesión leve que le apartó del equipo durante unos partidos. En cierto modo, a la Real, lanzada, no se le apagó la luz, pero bajó su intensidad. Anoeta brillaba menos y el conjunto de Montanier tendía al atasco solo superado por la inercia de la circulación.

El secreto de Illarramendi convivía entre luces más brillantes. Había brillado Elustondo, malgastado por las lesiones, y Rubén Pardo, en quien el Real Madrid había puesto sus ojos desde las categorías inferiores de la Real. Todos centrocampistas dispuestos a suplir la orfandad que Xabi Alonso había dejado tras su marcha al Liverpool. Todos distintos al internacional madridista, después, pero a los que el publico de Anoeta escudriñaba buscando semejanzas y paralelismos que llenaran el vacío dejado por el tolosarra.

Y se desveló el secreto. Era Asier Illarramendi, un chico con las ideas muy claras: “A mí me toca mover al equipo, dar la pausa, no correr arriba y abajo porque te fundes”, “siempre he admirado a los grandes en mi posición como Xabi Alonso o Busquets”. Declaraciones de principios que corroboran otra opinión de Juanma Lillo: "Lo que más me gusta de él es que juega con la inocencia del primer día. Ese es su mayor mérito que no debe perder nunca”. Lo que sí perderá en Madrid es un trozo de su vida y una parte de su dieta. “La Real es el club de mi vida”, repitió cuando comenzaron los primeros cantos de sirena. La segunda cuestión quizás tenga algún arreglo: “Lo que más me gusta son las croquetas de mi amoña (abuela, en euskera)”. Ahora ya no luce la melena rubia de Schuster sino un pelo corto como signo de distinción. La discreción en su comportamiento y la altura de su fútbol hacen honor a su apellido: Illarra (guisante en euskera) y mendi (monte). Lo grande y lo pequeño al mismo tiempo.

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